Con el comienzo del nuevo curso nos encontramos en un buen momento para hacer balance de la ciudad. El estado en que se encuentra la ciudad se puede analizar con dos miradas distintas y complementarias. Podemos hacer una foto fija de Valladolid y de sus necesidades actuales, lo cual nos dará pistas de dónde debemos actuar. Pero nos faltaría un diagnóstico más en perspectiva, que nos permita ver de dónde venimos y hacia dónde vamos para no llevarnos a engaño.
Creo que, en cierto modo, estamos como quien se ha metido en una reforma en profundidad de su casa. Con la ilusión de los cambios proyectados, empezando a ver cómo toman forma, pero con la impaciencia por ver frutos cuanto antes y con los retrasos inevitables de quien se mete en faena.
La metáfora nos puede valer, pero solo en parte, porque los enseres de casa los podemos llevar al trastero o a un guardamuebles, y podemos pedir que nos acojan en otra casa mientras dura la obra. Pero en la ciudad, la reforma toca hacerla mientras la vida sigue en ella, lo cual siempre es más complejo, y obliga a ir más lento de lo que a una le gustaría. Por eso no haré un balance triunfalista, no diré que en dos años la ciudad ha cambiado de arriba abajo. Creo que es imposible que así hubiera sido. Pero considero que sí ha habido un giro de 180 grados en el tono, en actitudes y en prioridades. Y que sobre esas bases debe asentarse un proyecto de ciudad para muchos años.
En primer lugar, creo que ha mejorado la imagen que se transmite del Ayuntamiento de puertas adentro. La ciudadanía dotó a este Pleno de una composición más plural y ello ha llevado a una relación más fluida entre grupos y a que se hayan aprobado iniciativas de todos ellos, lo cual es una novedad. Qué duda cabe, tenemos diferencias evidentes y en ocasiones debates agrios. Pero se han generado frecuentemente espacios para lograr consensos amplios y diversos en temas tan importantes como los presupuestos municipales. Y a pesar de la complejidad de esa mayor pluralidad, incluso dentro del propio gobierno, hay una estabilidad, no hay sobresaltos, y eso se debe a que se ponen por delante los intereses de la ciudadanía, frente a las lógicas y legítimas diferencias que existen.
En segundo lugar, también en la relación con el exterior creo que se ha hecho un especial esfuerzo por recuperar el diálogo con todos los colectivos y agentes sociales de la ciudad y por primar la transparencia y la honestidad en los asuntos más delicados. Se trata a la población como personas adultas: si algo no se puede hacer es mejor que se sepa, si hay que cambiar de rumbo se explica por qué. Y se confía en la capacidad de la ciudadanía de construir, crear y decidir, con experiencias de cogestión de proyectos culturales, medioambientales y sociales. No es una mera cuestión de actitud: creo que el nuevo portal en el que se podrán conocer con todo detalle las cuentas del Ayuntamiento y los presupuestos participativos, que van a decidir sobre un porcentaje significativo de las inversiones, suponen un verdadero cambio de concepción de la relación entre administración y ciudadanía.
En tercer lugar, está quedando patente que era posible dar prioridad a cuestiones como el gasto social, el empleo o el medio ambiente sin descuadrar las cuentas. Las prioridades son otras respecto a la etapa anterior, de forma evidente, con un Plan de Vivienda centrado en el alquiler social y el derecho a la vivienda, un incremento significativo de las ayudas sociales, un Plan de Empleo con un presupuesto mayor, un impulso decidido al transporte público y la bicicleta, potenciación del deporte base, comedores escolares en verano o la recuperación de la gestión del agua.
Creo que interesa fijarse, al valorar el trabajo y los resultados, sobre todo, en los cambios cualitativos. En lo concreto, siempre podrá haber una obra mejor o peor ejecutada, cosas que llegan a tiempo y otras que acumulan retraso o debate sobre si debe gastarse algo más o algo menos en tal propuesta. Pero lo significativo a la hora de valorar si vamos por el buen camino es que se acierte en la forma de actuar y, sobre todo, en los objetivos que nos mueven.
Sin duda hay mucho por hacer y mejorar aunque como resumen general, creamos que la ciudad funciona y funciona bien. Que los cambios de tendencia que se han ido abriendo son lentos, pero avanzan en la dirección adecuada. Que no se está rehuyendo ningún reto y que se abordan con honestidad los errores y limitaciones. Creemos sinceramente que la ciudad está cambiando a mejor. Pero también que hay mucho margen para mejorar, nos queda mucho trabajo por delante y que ahora, con la experiencia ganada en estos dos años, estamos en mejor disposición de abordarlo.
Artículo publicado en Delicias al Día de agosto de 2017.