La fiesta se siente, se vive, se comparte o no es fiesta. Para sentir y vivir es necesario considerarse parte, verse como una pieza fundamental de un puzzle que va progresando con la colaboración de trozos distintos pero que finalmente van encajando. Para compartir es necesario tener a gente alrededor, pero no solamente caminando a nuestro lado, sino charlando, riendo, decidiendo.
Para ver si estamos de acuerdo en esta premisa podemos llevar a cabo un ejercicio muy sencillo. Imaginemos un encuentro entre un grupo de personas. Se sientan en torno a una mesa, una de esas personas ha traído un plato con comida pero no tiene intención de compartirla. Ninguna de ellas tiene intención tampoco de interactuar con otros miembros el grupo. Se miran unas a otras preguntándose qué hará el resto. ¿Tiene esta reunión alguna gracia? Evidentemente no.A gran escala ocurre lo mismo con las fiestas de nuestra ciudad: hay espectáculos, grandes eventos, oferta cultural, pinchos, muchos pinchos… Pero, ¿se fomenta la esencia más natural de la fiesta? La ciudadanía está relegada a ser una mera receptora de lo que le entra por los ojos, es una consumidora de lo que otros tienen a bien ofrecerle. La fiesta se ha ido alejando de los vecinos y vecinas, se ha ido configurando como un símbolo de distinción en el que los que menos tienen no pueden acceder a ciertos lujos que hace años no eran necesarios.
Las fiestas populares, están pensadas para todo el mundo y todas las edades, de ahí el nombre. En ellas, las personas no son meros espectadores. ¿Se parece este concepto a la realidad actual? Parece que no demasiado, pero soy optimista porque creo firmemente en que los cambios culturales profundos se pueden dar a través de políticas públicas decididas, y en este ámbito lo tenemos mucho más fácil si tenemos memoria: antes era así.
Aún recuerdo cuando siendo muy pequeña compartía juegos en la calle en la que vivían mi abuelo y mi abuela en este barrio. Las fiestas del barrio siempre les hacían salir de la rutina, se encontraban con sus amigos y amigas para pasear, hablar y llevar al grupo de nietos a las distintas atracciones. También se reunían para alternar por los bares conocidos y a comer en casa de alguno de ellos o hacer una merienda en la calle, porque se pasaba mucho más tiempo en la calle que en otras épocas del año. No hacía falta tener mucho para disfrutar también mucho. Ese modelo dudo que lo conozcan muchas más generaciones.
Para deshacer la parte negativa de lo ocurrido habría que dejar de incentivar el ocio privado y el consumo y apostar por dotar a la ciudadanía de mecanismos de participación para que la fiesta sea organizada desde los barrios por todas las personas que quieran aportar, porque la fiesta no es solamente de y para unos pocos. Por eso, en el Pleno municipal de septiembre, desde Izquierda Unida hemos realizado una propuesta a través de la cual se conserva la parte positiva de la política de festejos vigente, pero que replantea el modelo, para diferenciar claramente entre cultura y espectáculo. Como apuntaba antes, la ciudadanía debe participar, implicarse, y para ello es fundamental que la cultura esté presente en toda la ciudad, es decir, también en los barrios.
Para ello, creemos que hay que empezar a apuntar en otra dirección. En primer lugar, hay que poner en circulación a gente nueva y joven, artistas locales y de fuera de nuestra ciudad para que formen parte del circuito cultural de la ciudad. Da la sensación de que cuesta mucho salirse de determinados registros o incluso nombres propios, por eso debemos avanzar. En segundo lugar, decíamos que hay que conseguir llevar fuera a gente de Valladolid, para que se les conozca en otros lugares. Se debe fomentar el intercambio cultural desde el Ayuntamiento y promocionar a las personas creadoras de nuestra ciudad. Además, hay que incorporar nuevos escenarios para poner en valor otras zonas de la ciudad. Siempre lo hemos dicho: ¿por qué la gente de los barrios tiene que acercarse al centro para ver los espectáculos que se consideran centrales? No hay ningún problema, en una ciudad del tamaño de Valladolid, para que cualquier persona se desplace a cualquier barrio, si se proponen actividades suficientemente interesantes en todos los lugares. Y, por último y más importante, creemos que hay que promover una actividad sosegada a lo largo de todo el año, potenciando otros tipos de actividades aprovechando toda la potencialidad que tiene la ciudad y sus gentes. Ahora da la sensación de que cada cosa va a lo suyo, sin integrarse en proyectos comunes… La cultura es una importante herramienta de cohesión y de transformación social y no debemos olvidarlo.
Como apuntábamos en el programa electoral con el que Izquierda Unida concurrió a las elecciones municipales del pasado mayo, las fiestas pueden interpretarse como si fueran trozos de sol. Trozos de sol que se reparten a lo largo de toda la ciudad. Trozos de sol que se cuelan por todas las rendijas, que llegan a todos los barrios. Trozos de sol que iluminan el día a día de todas las personas. Dejémonos impregnar.
Artículo Publicado en «Delicias al Día» en Septiembre de 2011