Tasa de basuras: Pagar más a cambio de nada

José Luis trabaja en la construcción, y lleva meses en una obra lejos de su casa. Varios días a la semana se queda a comer por la zona y ha localizado un bar que da un menú del día pasable por 6,50 euros.
Pero, desde hace unos días, han empezado a cobrarle un euro de suplemento por «atención al cliente». José Luis no lo entiende muy bien, porque el servicio del camarero no ha cambiado, recibe exactamente lo mismo y le toca pagar más. Y, además, ha observado cómo el dueño del bar alardea de que las cuentas le cuadran más que bien e incluso se permite invitar a menudo a rondas generosas a algunos parroquianos con los que tiene amistad. José Luis, claro, está pensando en cambiar de bar.

María José lleva 30 años viviendo en un piso semicéntrico, de esos que hace décadas fue hasta lujoso, pero al que le hace falta una rehabilitación que no se puede permitir. Ya empieza a costarle bajar las escaleras para ir a por la compra o tirar la basura que, por cierto, ahora le van a empezar a cobrar en una tasa de recogida de residuos. Y María José no lo entiende, porque nunca en todo este tiempo le habían cobrado un duro, aparte de los impuestos que religiosamente paga por su vivienda. Si no le ofrecen ningún servicio nuevo, ¿acaso no daba con lo que pagaba antes para cubrir las basuras, la luz, o la limpieza de las calles? Como José Luis, siente que si le cobran más a cambio de nada.

Esa es la sensación que nos queda a la mayoría de vecinos y vecinas cuando en nuestros portales se anuncia el cobro de la nueva tasa de basuras. ¿Es que hasta ahora nos estaban regalando ese servicio? ¿Acaso lo pagaba de su bolsillo el alcalde o el concejal de Hacienda? Por supuesto que no, la recogida de residuos, como la luz de las farolas, o la poda de los árboles, se paga con el dinero que aportamos en tributos locales o de transferencias que le llegan al Ayuntamiento del Estado o la Junta que, a su vez, provienen de impuestos. Y que todo el mundo aporte para sufragar los gastos comunes es importantísimo, pero a la hora de recaudar hay que medir bien por qué, a quién y cómo se recauda.

En primer lugar, la tasa de basuras no se ha preocupado de gravar más a quien más tiene, ni mucho menos a quien más residuos genera. Solo varía en función del catastro, un indicador desactualizado y poco fiable en un contexto en que las viviendas han visto cómo su precio se ha hinchado y deshinchado en cosa de años. Quizá el piso de María José, viuda que vive sola y con pocos recursos, tenga que pagar lo mismo que el de una acomodada familia numerosa en el renovado edificio de al lado. Ella, que siempre se ha preocupado de reutilizar envases y separar las basuras, no recibirá recompensa alguna por ello.

En segundo lugar, si se busca cómo recaudar más, hay otras fórmulas que no afectan a la gente humilde. Por ejemplo, poner un recargo en el IBI a viviendas de lujo o a grandes empresas y centros comerciales: medidas que permiten recaudar mucho de esos pocos que tienen de sobra. O dejar de «perdonar» impuestos a empresas que explotan aparcamientos o centros deportivos porque formalmente figuran a nombre del Ayuntamiento. O colaborar con el catastro para buscar esos miles de inmuebles sin propietario conocido, que se escaquean de pagar el IBI.

Y, por último, cuando entran en juego derechos, no valen las chapuzas. El Ayuntamiento tiene que notificarnos el cobro de esta nueva tasa y lo ha contratado a quien ha hecho la oferta más barata: «International Courier Solution». Una empresa que, nada más recibir el encargo, parece que ha decidido subcontratar a personas empleadas en otra empresa, a pesar de que las cláusulas del contrato no contemplan esta posibilidad. Ese incumplimiento del contrato podría llevar a su extinción, cuando el trabajo ya está a medio realizar, y podría aumentar el ya importante coste de más de unos 300.000 euros que suponen las notificaciones encargadas a dicha empresa.

En fin, el gobierno municipal abusa porque sabe que no podemos cambiar de bar aunque pongan un menú cada vez más caro y de peor calidad. Da la sensación de que simplemente cuadran cifras sobre un papel, sin mirar los efectos que hay detrás y después se pavonean por haber ahorrado dinero a las arcas municipales. ¿Tendría sentido que alguien se felicitara de ver crecer su libreta de ahorros mientras sus hijos pasan hambre? Pues en esta ciudad, hay gente que pasa muchas necesidades, y ese dinero que dicen ahorrar podría servir para que dejen de recortar en servicios públicos, para que dejen de imponer nuevos tributos a familias humildes y para que gasten en lo realmente urgente.

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