Llegó el año nuevo y terminaron las fiestas, época de celebraciones, reencuentros, y algún que otro exceso. Dicen que este año hemos gastado algo menos en comidas y cenas, regalos y otros gastos extra que suelen acompañar a estas fechas. Lógico, dado que en muchas familias se ha perdido sueldo, trabajos e incluso puede que la casa cuya hipoteca estaban pagando. Ni los ánimos ni los bolsillos estaban para demasiado dispendio, así que ha tocado recortar de lo que es más prescindible, de pequeños lujos y caprichos, por más que endulcen la vida.
Sin embargo, ese sentido común que nos hace tener muy claro lo que es prioritario en casa, parece escasear en el ámbito público. La tijera llega rápido y sin miramientos para lo esencial, pero nadie se atreve a meter mano a los verdaderos excesos que nos han traído hasta aquí.
Leíamos hace unos días que, desde 2008, medio millón de jóvenes que se habían emancipado han tenido que regresar al hogar familiar por no encontrar medios para subsistir. Si en cualquier casa de las Delicias se encuentran con esa situación, lo tendrán claro: lo primero es lo primero, y si hay que alimentar a una boca más se hará con gusto y se sacarán los recursos para ello de donde sea. Sin embargo, nos encontramos con otros datos igual o más duros que no encuentran una respuesta similar. En los primeros seis meses de 2011 se ordenó el desahucio de 555 hogares en Valladolid. Tres al día. Y en los siete días anteriores a las fiestas navideñas se ejecutaron nada menos que 44, más de seis al día. Toda esa gente que no ha podido afrontar su hipoteca no solo se queda sin casa, sino que además arrastra una deuda que será como una losa para rehacer su proyecto de vida en una situación sin esperanzas laborales en el horizonte.
Cabría esperar cambios legislativos, que se permitiera la llamada ‘dación en pago’ (saldar tu deuda con la entrega de la vivienda) y evitar abusos pasados por parte de las entidades financieras. Podrían articularse medidas para acabar con la sinrazón de que el 20% de las viviendas de este país estén vacías y a la vez miles de personas no puedan permitirse una. Sin embargo, la preocupación de los principales mandatarios parece ser cómo ayudar a promotoras, inmobiliarias, bancos y demás propietarios a deshacerse de dichas viviendas.
La gente que lo pasa mal en Valladolid también tendrá claro que puede encontrar mucho más cobijo en su familia que en lo que pueda hacer por ella el Ayuntamiento. Dicen que mantendrán el ‘esfuerzo presupuestario’ en gastos sociales (tanto les duele invertir en eso que lo llaman esfuerzo). Lo cual significa que, en el mejor de los casos, invertirán en la misma proporción, pero la cantidad real en servicios sociales puede ser menor si disminuye el presupuesto total. El problema viene de atrás, puesto que el dinero invertido en acción social se recortó en varios millones de euros en los años pasados. Como el joven que vuelve al nido, mucha gente necesita que se haga un esfuerzo por ella en esta situación cada vez más dura, y hacerlo sin gastar más y quitar de otro lado es tarea complicada.
Tocaría recortar en el apartado de inauguraciones, que tanto gusta. La plaza del Milenio, el túnel de la Avenida Salamanca y alguna que otra obra fastuosa más han sido una verdadera irresponsabilidad que nada han aportado a la solución de la crisis. Y la cultura del derroche sigue intacta: por ejemplo, se va a modificar el planeamiento urbanístico de la ciudad (el Plan General de Ordenación Urbana) y en vez de encargarlo a los técnicos municipales invertiremos un millón de euros en que lo haga una empresa. ¡Será por dinero! O se volverá al ataque con el Palacio de Congresos, como si no hubiera lugares donde celebrar estos eventos en la ciudad y otros fines donde invertir la millonada prevista. Fíjense si estaremos llegando lejos que el Presidente de la Confederación Vallisoletana de Empresarios ha llegado a dar un toque de atención para replantear el tema advirtiendo que “la época de los edificios icónicos ha pasado a mejor vida y debe ser sustituida por la política de la contención” e incluso se pronunció favorable a “huir de las grandes inversiones públicas y repensarlo todo”.
“Malos tiempos estos en los que hay que recordar lo obvio”, decía Bertolt Brecht. Y escuchar palabras de sentido común como las citadas más arriba no dejan de sorprender a pesar de que apliquen una lógica tan simple como la que aplicamos cada cual en nuestra casa. Sin grandes conocimientos de economía, sabemos que lo primero es lo primero y tenemos las prioridades claras. Quizá porque miramos a personas de carne y hueso y no a frías cifras que cuadrar.
Artículo Publicado en «Delicias al Día» en Enero de 2012